Arrancar, pedalear, mirar hacia atrás, frenar, etc. son acciones que permanentemente realizamos cuando andamos en bicicleta. Nos salen naturalmente y las atribuimos a nuestros reflejos, como algo involuntario.
Pero frente a diferentes estímulos (obstáculo, luz roja, cruce de otro vehículo) podemos responder con la misma acción (ej. frenar) o elegir entre varias resoluciones (eludir o frenar o acelerar) o la combinación de ellas. Estas respuestas son la parte visible de un complejo sistema de atención, percepción, memoria y reacción, pero no son actos involuntarios.
El denominado tiempo de reacción, es aquel que transcurre entre que percibimos un estímulo y efectuamos una respuesta motriz.
Hay coincidencias en autores y estudios al considerar que en condiciones óptimas, el tiempo de reacción promedio es de 0.8 / 1.0 segundo. Este parámetro es para zona urbana donde la multiplicidad de estímulos nos mantiene más “alertas”. En ruta, con marcha monótona y entorno con menos variaciones el tiempo de reacción por lo menos se duplica.
Hablamos de condiciones óptimas ya que cuando circulamos en bici edad, género, estado psicofísico, destrezas o hábitos y la capacitación que hayamos adquirido condicionan y pueden aumentar nuestro tiempo de reacción. Como vemos, no es una acción refleja, depende en gran medida de nosotros.
Tiempo de reacción y distancia recorrida
Desde que perci
bimos un riesgo y tomamos la decisión de por ejemplo frenar, vimos que transcurre aproximadamente 1 seg.
Durante ese tiempo nuestra bicicleta continúa su marcha a la misma velocidad. A mayor velocidad más distancia recorremos “sin respuesta”.
Por ejemplo a 15 k/h durante un segundo recorremos más de cuatro metros (ver tabla). Si la ciclista de la foto percibe el riesgo de apertura de puerta en la parte trasera del auto, comenzará a frenar cuando este en la trompa del mismo.
Si abren la puerta… ¡hay “contacto”!




